La Bohème en el Teatro Cervantes de Málaga: ópera en vaqueros

Qué gélida temporada: tras el adiós a Alfredo Landa, el inesperado mutis por el foro de ese tenor llamado Constantino Romero. Ante tanta fuga de estrellas habrá que elevar un poco el tono. Así que hablemos, ah, de algo bonito y atractivo: les animo a que suban este fin de semana al paraíso del Cervantes a ver una ópera.

Mañana se estrena una obra que hace gente: gusta a todos, sea uno experto melómano, simpatizante u oyente raso de arias (en anuncios o en pases mil de “Pretty woman”). Es “La bohème”, acaso el libreto más popular del repertorio.

Antes de que José Luis Moreno en plan hijo de Puccini se atreva a reestrenarla con un elenco inexplicable, disfrutemos del montaje que ha preparado Curro Carreres: una joven promesa cumplida ya hace años por medio mundo. Nos anuncia una puesta al día, un entronque con lo contemporáneo y un saludo a quienes -como él- desde niños aman la música clásica gracias a la radio.

Curro: a mi pesar, yo no fui de esos. De joven, cuando uno es italiano y musical, la mayoría pasa de largo de las partituras. En mi instituto la “Música acuática” de Händel nos resbalaba: a mí y a todos los marmolillos allí reunidos. Éramos más de C.C. Catch que de “Manon Lescaut”.

Mi primera vez (operística: ya dije que hablaría de algo bonito) fue justo con “La bohème” y su prole de enamorados en la belleza y en la pobreza. Con Mimì, Rodolfo, Musetta o Marcello es raro no dejarse querer. Y desde aquella vez, la ópera es siempre una aventura pasajera: a veces locura (“cómo estaría yo para ver aquello en alemán”); otras, inolvidable.

Cuando uno madura comprende que, aunque parezca difícil, el “bel canto” no es para tanto. Y disfruta. Y aplaude programas como “Òpera en texans” de TV3, una fórmula moderna para crear afición entre los jóvenes. En un mundo lleno de dramas y operetas, quizá sea buena la idea de empeñarse -como los obreros italianos del XIX- y sobrellevarlo todo coreando como niños, desde el gallinero, aquello de “¡Parpignol, Parpignol!”. Lo mejor: no es necesario el visón. Puede ir uno hasta en vaqueros.

Fuente: blogs.diariosur.es. Jueves, 16 de mayo de 2013. Autor: J.F. Gutiérrez Lozano